Invierno, oigo tus pasos despreocupados y lentos llegar
posarse sigilosos y cristalinos sobre el rumor del río
sibilino caminante de levita gris y bufanda malva
sales a mi encuentro de entre los alisos y las tilas
te descalzas los guantes y me palmeas el rostro
de una bofetada seca que me saca los colores
luego vagabundeas cerrando puertas y ventanas bermejas
y te vas sobre los techos dejando caer un silencio frío
entonces regresas, te sientas junto a mí en las escaleras
que ascienden solitarias hacia la punta de la colina
garabateas con grafito el banco blando de las nubes.
Calmo y lívido deshojas el último tallo del otoño.
Y yo, trémulo, me sumerjo en una reconfortante tristeza
Como un acordeón revoloteando en una canción de Piaf
como un piano tomándole la mano a la voz de Yves Montand.
martes, 7 de agosto de 2007
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