A la mía Beatrix
Me sorprendió la grave insolencia de tus calmas
la divina complejidad de tus sombras
la ennoblecida tinta que sale de tus manos
el engreído silencio que insulta mis preguntas
Pero cabalgo el dorso desnudo del vértigo
la cresta rebelde de tres siglos que vuelve
de vez en cuando atropellando mis edades y mis miedos
El rostro infantil de una revolución de mariposas
se sacude toda complicidad en mis narices
y escapan los soles errantes
que había confinado en un rincón de mis gavetas
Y entonces sucede que olvido
que mi pecho se convierte en un campo laborable
donde siembras violines
otoños
lunares
Sobrevolamos tierras doradas
nos convertimos en emperadores
reyes solitarios y vagabundos
de ciudades desiertas y agobiadas
¿Qué tal si les prendemos fuego
con los besos que nos quedan?
martes, 7 de agosto de 2007
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