I (Ostara)
Tu cuerpo era la sorpresa diaria
El altar bendito donde acercaba
las velas ungidas de mis ofrendas
En ti crepitaba el fuego crepuscular de los rituales
Era el tiempo de la fiesta de las antorchas
Un cruce de caminos
donde nacía el equinoccio de la primavera
II (Litha)
Tu cuerpo era la acariciada promesa
una danza de praderas
en el azur de la bruñida cara de junio
En ti se consumían las cicatrices del pasado
Era el tiempo de las hogueras purificadoras
La noche brevísima
donde retrocedía la maldad primigenia
III (Samhain)
Tu cuerpo era el fruto de la tierra
El silencio de la oscuridad
donde sacrificaba mis debilidades
En ti se abrían los insondables arcanos del infinito
Era el tiempo de la muerte que no asusta
El paso definitivo
donde comulgaba con lo eterno
IV (Yule)
Tu cuerpo era el mundo durmiendo
La espera atenta de una chispa
que despejara la más larga de las madrugadas
En ti germinaba la simiente divina
Era el tiempo paciente que aguarda los retoños
El sabio ritmo de la vida
que continúa muriendo y resucitando
lunes, 20 de agosto de 2007
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