De qué sirve que la ciudad sea una fiesta
cuando estás triste y tan triste
y eres un mendigo de la esperanza
y te retuerces entre sábanas húmedas
que ya no saben de días
De qué sirve que esta tarde bien valga una misa
cuando has nacido en la casa de Saturno
y de la opulencia de la risa
nunca has sido un invitado
y no conoces de ella más que su murmullo
De qué sirve que Febo lance ridículas flechitas a tu ventana
y los pájaros coman de su mano
y el aire huela a frutas
y las nubes sean un manjar blanco
y las campanas sean una invitación
a creer que todavía te queda el mañana
si estás triste
y tan triste
como el último de los petirrojos
en el último bosque de caducifolios.
domingo, 2 de septiembre de 2007
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