Para Cristina
Fuiste una pausa breve, un brevísimo respiro
una flor inesperada que venció la blasfemia del hielo
un idioma comprensible que derramó su nombre
sobre la honda herida
hasta remover de nuevo
los hilos fundamentales de la vida
Repentina, más repentina que la luz del rayo
que acuna las noches solitarias y trémulas
se anidó tu mirada en mi mirada
y fuiste como el fuego primero, inasible e indómito
el alma de una llama que asusta y reconforta
martes, 12 de agosto de 2008
domingo, 10 de agosto de 2008
Reflexiones sobre el retorno
Volví a la casa materna
y reencontré los rincones familiares
la taza de café humeante
la amplia tarde arrullando en el cuenco de sus manos
tibias
una bandada de palomas
el desvalido reloj, inmóvil de años
el pan generoso de mi madre
En la noche toda llena de grillos
escuché las risas distantes de unos niños
Risas que me hicieron reír
porque me recordaron que tuve también un día
la despreocupada alegría de un infante
un pequeñísimo mundo azul y luminoso
de paredes bajas y céspedes lisos y aromáticos
donde resonaban limpias las voces de mis ancestros
y yo encajaba exacto como el sol detrás de los volcanes
Pero ahora que regreso a la ciudad extranjera donde habito
veo a lo lejos a los obreros
como hormigas mínimas
cincelar bajo la lluvia, las casas de hombres que no conozco
y para los cuales tampoco no soy nadie
Ajenos me resultan estos árboles
que no vi crecer
como ajenos son
el acento de esta brisa entre sus ramas
y la tierra que sustenta sus raíces
Breve es el día, como en casa
y aún así me es desconocido
porque es otro su perfume
y es otra su andadura
Tampoco conozco esta noche
fría y silenciosa
que despliega libre el portento de sus alas
sobre mi ridícula y huérfana soledad
“No eres de aquí”, me dice
“¿Es que acaso soy de algún lado?”, pregunto
“Quizás”, pienso
“solo soy de un tiempo que se ha ido
y que ha pasado”.
y reencontré los rincones familiares
la taza de café humeante
la amplia tarde arrullando en el cuenco de sus manos
tibias
una bandada de palomas
el desvalido reloj, inmóvil de años
el pan generoso de mi madre
En la noche toda llena de grillos
escuché las risas distantes de unos niños
Risas que me hicieron reír
porque me recordaron que tuve también un día
la despreocupada alegría de un infante
un pequeñísimo mundo azul y luminoso
de paredes bajas y céspedes lisos y aromáticos
donde resonaban limpias las voces de mis ancestros
y yo encajaba exacto como el sol detrás de los volcanes
Pero ahora que regreso a la ciudad extranjera donde habito
veo a lo lejos a los obreros
como hormigas mínimas
cincelar bajo la lluvia, las casas de hombres que no conozco
y para los cuales tampoco no soy nadie
Ajenos me resultan estos árboles
que no vi crecer
como ajenos son
el acento de esta brisa entre sus ramas
y la tierra que sustenta sus raíces
Breve es el día, como en casa
y aún así me es desconocido
porque es otro su perfume
y es otra su andadura
Tampoco conozco esta noche
fría y silenciosa
que despliega libre el portento de sus alas
sobre mi ridícula y huérfana soledad
“No eres de aquí”, me dice
“¿Es que acaso soy de algún lado?”, pregunto
“Quizás”, pienso
“solo soy de un tiempo que se ha ido
y que ha pasado”.
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