martes, 2 de octubre de 2007

Memoria de las ofrendas

Y entonces amor
habrá que recordar que fuiste mía
que fui tuyo
que fuimos uno
en la acalorada mansedumbre del vino
donde perdimos nuestros nombres
y donde ya despojados y sin voz
nos llamamos el uno al otro
únicamente
a través del rítmico oleaje de nuestros cuerpos

Invitados a la patria de los grillos
celebramos los estertores de los alebrijes
sembrando temblorcitos
de vocaciones infinitesimales
soltando aterciopeladas avalanchas de rocíos
en las alcobas de la noche

Poco más que ceniza quedó de la urgencia de las campanas
y de la garganta de los jilgueros
que velaron con lámparas de aceite
nuestros acompasados diminuendos

Y despertamos en la sobriedad de los trigales
buscando el camino exacto y ardiente
que nos devolviera a la embriaguez
del deseo primigenio

Por sobre la avasalladora campaña del tiempo
quedas intacta
quedo intacto
quedamos uno
y uno solo, resistiendo

En las helicoidales escaleras de la memoria
ya nadie puede borrar nuestros tibios momentos de las ofrendas
ni siquiera esta lluvia de la última tarde de septiembre
que parece llevarse todo a su encuentro.

No hay comentarios: